Mis vinos preferidos


Cuando las personas se enteran de que soy sommelier, existe una pregunta muy recurrente en ellas ¿cuáles son tus cepas preferidas? ¿cuáles es el mejor vino? 

Ambas preguntas me resultan muy complicadas de responder, porque me obliga a ponerme límites en un mundo tan amplio y versátil. 

Empiezo a hacer un recuento de todo lo que he conocido hasta la fecha: ¿cepas blancas o tintas? ¿varietales o mezclas? ¿vinos jóvenes o vinos con paso por barrica? ¿vinos secos o vinos dulces? ¿vinos españoles, italianos, franceses, sudafricanos, australianos, chilenos, argentinos, estadounidenses? ¿vinos blancos, tintos o rosados?

Entonces, puedo hablar de ciertos vinos que se han hecho mis favoritos y no necesariamente siempre serán vinos estructurados y de añada antigua sino también aquellos que sirvan para conversar una tarde calurosa, sin mayor pretención. Porque en el mundo del vino no todos los productos tienen la misma intención. 

¡Intención! Realmente aquí lo que priva es la intención para lo que está hecho y esa es la palabra mágica, la intención del enólogo para producir un vino. Esto justifica que me gusten vinos varietales comos mezclas, de mayor estructura o de mayor ligereza, dependiendo de la ocasión.

¿Mi recomendación? Tener la amplitud para probarlo todo. No amarrarse a un país o un estilo, ya que pueden haber sorpresas amables con el consumidor. 

En mi opinión no existe un país que produzca vinos mejores que otros países sino que existen estilos, historia y experiencia, microclimas, que merecen ser descubiertos.  En el caso de los sommeliers, nuestra misión es hacer este proceso lo más agradable posible para el comensal.

La palabra clave entonces es riesgo y salir de la seguridad que da lo conocido. 

¡Salud!



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