Los vinos rosados, esos malqueridos
Cuando me toca hablar de los vinos rosados, siempre los defino como los malqueridos, y aunque esta sea una definición que parece sacada de un bolero de La Lupe, pues mi impresión es que los vinos rosados suelen ser subvalorados.
Y digo subvalorados, porque al contrario de lo que mucha gente piensa, hay rosados de muy alta gama.
¡Tumbemos mitos juntos!
Una de las cosas que debemos tener presente es que el color del vino proviene de la piel de las uvas u hollejos. Si el mosto tiene poco o ningún contacto con la piel de las uvas, podemos obtener vino blanco de cepas tintas.
Ahora bien, para obtener un vino rosado, lo que se hace es limitar el tiempo en que el mosto esté en contacto con los hollejos de las uvas tintas, de manera de que el color que se traspasa desde las pieles de las uvas sea menos intenso. Esto es el objetivo principal de los dos métodos de producción. Es decir que podemos obtener un rosado de una única cepa.
Hay un tercer método, tal vez el menos utilizado, que consiste en realizar una mezcla o coupage de cepas blancas y tintas, con lo cual el vino proviene de varios tipos de uva.
Es así que los vinos rosados poseen menor cantidad de taninos que los vinos tintos y suele ser menos astrigentes en la boca, definiendo como astringencia, la sensación de sequedad en la superficie de la boca (lengua, carrillos, encías, paladar) que se siente al tomar vino tinto.
Y aquí el primer mito abajo: el vino rosado no proviene de restos de vinos tintos y no proviene de mezclar vino con agua.
Otro mito asociado a lo anterior es que se trata de vinos de menor calidad, e insisto en que todos los vinos tienen una razón de vida, es decir, cada uno está realizado para un propósito específico y para ello se prepara la bodega. En este caso, los vinos rosados son tan versátiles que pueden ser ligeros como para copear en una tarde de calor, acompañar a ensaladas con tendencia frutal o más estructurados como para acompañar carnes blancas estofadas u horneadas con éxito.
Mi recomendación para los vinos rosados es que en términos generales no son suceptibles a ser guardados, por su menor cantidad de taninos. Los vinos rosados aguantan mejor la guarda que los vinos blancos, pero están pensados para un consumo más inmediato que los tintos.
Así que la próxima vez que tengan un rosado enfrente, no lo traten como al protagonista de un bolero de despecho cantado por La Lupe, trátelo con respeto y si puede, pruebe, que puede tener una buena sorpresa.
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