Tomar vino en tiempos de crisis

Parafraseando un poco el título de la novela de García Márquez (perdón por la osadía), retomo hoy el blog y viene a mi cabeza qué puedo compartir acerca del vino, en tiempos en que quienes vivimos en Venezuela vemos que los precios cambian brutalmente de un momento a otro, por lo cual tomar vino, como muchas otras cosas se ha hecho EL LUJO.

Esta situación de cambios de precios, hace que quienes amamos el vino se nos haga menos habitual, pero además, nos impone que tomar una botella en específico sea casi una decisión de estado en los anaqueles. 



Hoy comparto algunas de mis premisas a la hora de tomar decisión acerca de una, otra u otra botella (o ninguna) en los establecimientos, son reglas que en la mayoría de los casos me han funcionado, pero como todo, cada quién arma su estrategia de compra y más en estos tiempos.

En primer lugar me tomo mi tiempo para evaluar la oferta del establecimiento. A veces me toma echar solo una mirada y otras en los que la oferta es más amplia, se convierte en un paseo de más de una vuelta. Reviso etiquetas: producto, año, cepa, precio...sobre todo precio y mentalmente empiezo a hacer un mapa mental y una idea de los niveles de precio tanto en el mercado en general como en el establecimiento en particular. Me dejo llevar por mis gustos si la selección es para mi y empiezo a ver de un lado a otro y sin dejar nada de lado: tintos, blancos, rosados, espumosos y sin descartar orígenes. 

Los vinos blancos, en términos generales, son para ser bebidos en su juventud, salvo la honrosa excepción del chardonnay, es decir que el año de la etiqueta debe ser relativamente reciente.  Por otro lado, no descarto los vinos rosados, su color viene de la forma de vinificar uvas tintas: ya sea porque se vinifique como blanco o que la uva se macere con sus hollejos por menos tiempo, con lo cual tiene cualidades del vino tinto pero con una mayor ligereza. En el caso de los vinos tintos, estos los evalúo en función de la cepa y el origen y si son para mi, en función de mis gustos personales. Visto todo lo anterior, y dependiendo del precio y la ocasión, puedo dejarme llevar por mi curiosidad ("este no lo he probado"), aprovechar algún buen precio (en cuyo caso se va a la guarda), irme por lo conocido, o simplemente darle mi mejor sonrisa al vendedor y salir sin nada en las manos. 

Es así que quien ha ido conmigo de compras sabe que me tomo mi tiempo, no me gusta escoger bajo el apuro y lamentablemente, los precios siempre me sorprenden casi que de una semana a otra.

Sin embargo, como algo positivo de esta situación es que la misma afina la capacidad para la escogencia de vinos bajo otras circunstancias más favorables. 

¡Salud!

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